martes, 12 de mayo de 2015

Carta a quien nunca la leerá

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Querido no lector:


Si, querido. A pesar de todo, hay algo dentro de mí que me obliga a que lo sea. 

No dirán que no intenté evitarlo, no dirán que no me resistí antes de dejarme llevar por la química, la pasión, la chispa, la aventura, la diversión.

Incluso al dejarse llevar uno no pretende ir más allá de las noches compartidas. Hasta que se convierten en días, semanas, meses...

La química se convierte en pura reacción efervescente, la chispa en fuego, la aventura en odisea y la diversión en parque de atracciones... La pasión en imprescindible costumbre.

No sabe ni siquiera que me dirijo a usted así que, se supone, da igual lo que le escriba, ¿cierto?.

(De ninguna manera.)

Precisamente lo escribo por usted pero ¿por qué es tan difícil hablarle? ¿por qué es tan difícil ser totalmente honesto en este mundo?

(Cuando lo eres te hacen daño. Nunca suele ser poco daño.)

Apenas me atrevo a decirlo aquí, es fuerte el miedo.

Parece que usted ha activado sin querer, quizás, una parte de mí que me asusta. Me asusta por ser la mejor y la peor.

No se da cuenta de cuánto alcance tienen sus acciones, de lo que puede inquietar a alguien el hecho de sentir lo más mínimo cuando se negaba a ello.

Obviamente, cada forma de sentir es única, no se puede comparar entre personas. Ni siquiera se puede comparar en la misma persona entre dos temporadas distintas de su vida. 



Ni siquiera ahora es tan fuerte como entonces, es leve como el principio de aquellos tiempos.

(Esa comparativa es la que lo hace la peor parte de mí.)

Sin duda, la habilidad para hacerme sentir bien a pesar de los trastornos mentales y choques de caracteres es crucial para que sonría cada día al recordar el anterior.

(Ese bienestar es lo que lo hace la mejor parte de mí.)



Aun así, todo puede doler: las horas, los días... me disloca el paso del tiempo si pienso que sólo me importa a mí esa pequeña distancia que no termina de anularse. 

Me libera cuando se anula. 

Me desgasta el pensamiento de ser la única que piensa.


Sé que usted nunca me escribirá una carta.
(No leerá ni esta...)

Nunca cantará ni mandará que canten serenatas bajo mi balcón.
(Me puede contar un cuento.)

No sabrá realmente mis temores.
(Aunque se los contaré casi todos en mis cartas sin destinatario.)


Pero permítame pedirle que se quede, no sé por cuánto tiempo... pero quédese un poco más


Hasta que me quede dormida.


Con cariño:
..-.

sábado, 2 de mayo de 2015

Cultura express

Todo el mundo se ha cruzado con gente charlatana. Gente a la que todos evitan para que no les robe parte de su preciado tiempo.

Pero casi nadie se para a escuchar atentamente lo que dicen esas personas ya que son, a veces, cargantes y es difícil hacer que dejen de hablar y contarte mil historias que no te interesan.

Pero entre todos los charlatanes anónimos del mundo, puede que me incluya aunque sea indirectamente, el otro día encontré a uno especial en una papelería (si, la tienda donde se compran todos los materiales escolares extraños que los profesores piden a los alumnos, excepto papel).

Era un señor mayor, diría que rondaba los 70-80, se me da mal asignar edades adivinando. Lo que sé es que tenía todo el pelo blanco, un jersey de punto antiguo y un acento sudamericano encantador. Según estuvo contando, había vivido muchos de sus años en Sudamérica (concretamente en Montevideo).


Contaba las cosas con mezcla de acento de allí y de aquí que llenaba de ternura, preciosidad de tono.

Contaba las cosas con tal ilusión que me contagiaba el entusiasmo.

Contaba las cosas con esa sabiduría que te daban ganas de conversar al instante.


Como yo traigo de fábrica también la curiosidad y me interesan todos los datos culturales que pueda absorber me enredé en una conversación sobre diferencias entre culturas, diferencias entre épocas, urbanismo, arte, política, arquitectura...


Había llegado a la tienda pronto porque salí del trabajo una hora antes de lo previsto pero gasté allí todo el tiempo que había ganado en la tarde, charlando y aprendiendo de una persona culta, elegante, educada... Habíamos coincidido alguna otra vez y se había acordado de mí como "la chica de las artesanías" ya que les mostré algunos peluches que tejo.

Me sorprendí pensando que si ese hombre fuese más joven y se manejase mejor con la tecnología nuestra charla podría haber seguido online y podríamos haber seguido la conversación otro día pero se me hacía tarde y tenía que irme ya (con mi simple fotocopia, que no iba yo a por otra cosa xD).


Y habiendo gastado toda una hora de mi tiempo aun me marché con buen sabor de boca y con ganas de que me siguieran contando historia de mi ciudad, de mi país... del mundo en general.


Es verdad lo que me dicen de que soy una empollona y lo seré toda la vida... ¡y a mucha honra!

Qué alegría tener mi charlatán personal y saber que cualquier otro día de visita a la papelería puedo aprender tantas cosas interesantes. :3