miércoles, 22 de abril de 2015

La lluvia y la rana

Es sabido que nunca llueve a gusto de todos pero, ¿qué pasa cuando las ranas se adaptan a la falta de lluvia?.


Conozco una rana de esas.


Al principio se resistía al cambio ya que desde antes de sentirla ya le encantaba la lluvia y la disfrutaba sin miedo a decirlo, lo gritaba a los cuatro vientos.

Según fue creciendo el clima que la rodeaba iba cambiando, se hacía más seco y templado. No le gustaba eso, quería que volviese la lluvia, la echaba tanto de menos...


Pero no volvía.


La paciencia se le acabó para dejar paso a la resignación, estaba aceptando que la sequía era la única forma de vivir y al mirar a su alrededor decía:


"No está tan mal, la calidez me hace sentir bien en cierto modo podría acostumbrarme a esto".


Tardó algún tiempo en convencerse incluso teniendo amistades que no paraban de alabar las virtudes de la falta de lluvia pero finalmente acabó recitando a diario:


"Qué genial es este clima seco, dan ganas de salir a pasear y disfrutar de este calor tan agradable".


No se daba cuenta de que lo suyo no era ese clima y cada vez lo pasaba peor con la sequedad del ambiente.

Le gustaba mucho pasar los días metida en tierra seca bajo el sol, sin darse cuenta de que le estaba pasando factura, estaba sufriendo las consecuencias.

Hasta que un mal mediodía, del peor mes, el calor terminó hiriéndole todo el cuerpo y se dio cuenta de que no podía seguir así, de que se había conformado con algo que le hacía daño.



Y allá va la temerosa rana, con una lección más aprendida.

Allá va buscando una charca o una nubecilla cargada que pueda darle un poco del agua de lluvia que tanto ansía.

Con un poco se conformará. Todo con tal de recordar y sentirse igual de bien que cuando la lluvia la empapaba.

Aunque se siente culpable por no seguir el ritmo a sus amigos. El sol también estaba bien pero en su justa medida, solo podía disfrutar plenamente del sol cuando alternaba los días con la lluvia. Por eso seguía su ruta sin fin buscando lo que necesitaba.


¿Quién puede culparla? Es su naturaleza.