viernes, 20 de marzo de 2015

Vueltas - Viaje

Era mi último año estudiando en la Universidad de Harvard y ya conocía a los de mi promoción, les tenía calados a todos.

Nunca me metía en nada, era silenciosa, intentaba ser agradable y tenía asignado mi papel de chica extranjera simpática no muy popular, me venía muy bien para no llamar la atención.


Odio llamar la atención. Nací para ser una simple espectadora.


Yo tenía a mi adorado grupo de nerds con los que lo pasaba super bien, cada día era más interesante que el otro. Además de compartir hobbies, me mantenían informada de todos los cotilleos cuando no había más cosas que hacer en el día.

Era un mes movido en el grupo de los populares; ya se sabe, unos saliendo con otros, después los otros con los otros o volvían a salir con los ex. Los líos de siempre.

Cuando pasaba por el campo de entrenamiento los veía bromeando, como acostumbran, excepto un viernes que les vi serios y deduje que estarían concentrados o agobiados con los exámenes.


Hasta que me contaron un chisme. Le estaban haciendo el vacío a un chaval del grupo.

El afectado era un chico muy normal, del montón, menos cuando sonreía y adquiría cierto encanto. Parecía simpático, nadie sabía por qué se mezclaba con ese grupo de arpías y machitos, debía de ser como ellos en el fondo, aunque disimulase.

Seguro que les andaba provocando y a saber qué putadas les había hecho para tenerlos a todos en contra ahora.


Las clases seguían y los asuntos de papeleo me agobiaban bastante. Para aclararme me tiraba media vida en los pasillos y oficinas (serias y aburridas a rabiar).

Hasta que una mañana pasó algo extraño. No encontraba a nadie en mi camino pero veía al fondo del pasillo algo de jaleo. Para cuando llegué ya todos se habían ido hasta el gimnasio.

Les seguí y me colé entre la gente para ver algo siniestro. Los populares estaban acorralando al "simpático" rodeados de una multitud que les animaba... vi cómo un fortachón de su propio grupo se le abalanzaba y le daba un puñetazo en plena cara. La sangre ya le empezaba a salir por la comisura de la boca pero, una vez tumbado el objetivo, el mastodonte se hizo a un lado y dejó espacio para que los pequeños "sanguijuela" del grupo empezaran a darle patadas mientras se quejaba en el suelo.

La visión era horrible... grité para que parasen, grité para que no les animaran, grité por miedo a que lo mataran. El único resultado fue que unos cuántos imbéciles me sujetasen para que no me metiese en medio del "espectáculo".


¿Nadie responsable se da cuenta de esto? ¿Ningún profesor acude?


Por favor...


Cuando terminaron su show y se quedaron satisfechos, le dejaron ahí tirado ensangrentado y con mil moratones. Todos se esfumaron poco a poco, confiados en que nadie contaría nada ni se chivaría por el miedo a las consecuencias... Cuando me soltaron, me acerqué lo más rápido que pude para ver cómo estaba... Respiraba lenta y pesadamente, tenía mucha sangre por la cara... Esperaba que no tuviese daños internos.

Le hice sentarse y le limpié un poco con mi camiseta pero eso no ayudaba mucho. Poco a poco pude levantarle y hacer que caminase conmigo hasta la enfermería. Necesitaba atención urgentemente.

El resto del día lo recuerdo lleno de ansiedad. Le acompañé en la enfermería y cuando fue al hospital. Fue muy agobiante. Con ese día terrorífico tuve bastante,  ya no volvería a quejarme de los papeleos y otras cosas rutinarias.

Me contó todos los detalles de su "amistad" con ese grupo y a la vista estaba que me había equivocado con él, le habían manipulado. Se habían inventado varias excusas para poder hacerle bullying. Quedó totalmente confirmado cuando mis amigos investigaron y hablaron con varias personas metidas en el tema.

Por suerte se recuperó pronto. Aunque ya nada fue igual, nos volvimos inseparables, fuimos mutuo apoyo para los exámenes finales que por poco se volvieron "misión imposible".

Una carta anónima enviada a los altos cargos de la Universidad haría que los peces gordos investigasen por su cuenta y llegasen a expulsar y castigar a todos los implicados en la brutal paliza, informando a sus familiares de cada detalle.

***

Ya habían pasado meses desde el incidente del gimnasio y atrás quedaron las clases, el curso, la carrera... Todo se había acabado. Todo menos una cosa. El viaje.

- ¿Cuánto queda para llegar?.
- No seas impaciente, anda... si aprendieses a conducir, serías un hombre de provecho y no te aburrirías, de paso.
- ¡Eh! No seas tan dura. - rió.

El silencio nunca nos incomodaba, podíamos estar así horas de tranquilidad y luego volver a hablar de cualquier tontería.

- Creo que ya sé donde iré. Estaba pensando en Londres... Aunque también se me pasó por la cabeza ir a Canadá... soporto bien el frío.
- Jajaja ¿en serio? - dije burlándome.

Ambos sabíamos que no iba a ir a ninguna parte, seguía conmigo en el coche, tren, avión... donde hiciese falta haciendo el viaje que acabaría quién sabe donde.

Un día en un sitio, al siguiente en la otra punta del mundo. Pero nunca separados.



Porque nuestros momentos juntos son inolvidables y únicos.


Como la forma en que nos miramos antes de empezar a comernos despacio.

Como cada caricia y roce, levantando la lujuria más intensa.

Como cada vez que nos lo damos todo, porque sí.

Como los momentos, los minutos, los segundos más vulnerables sin nada que esconder.


Como poder disfrutar todo lo que pueda de esa sonrisa "con cierto encanto" y ese susurro en mi oido que me derrite en todos los aspectos.